DESESPERACIONES
Se desesperaba.
Creía (o más bien quería angustiosamente creer)
que estaba conectado (como sus congéneres,
de alguna manera oscura e incomprensible para él)
a los dioses. O a alguno de ellos.
O a algo.
O a Dios, pues.
Desde siempre (desde niño)
buscaba, buscaba, buscaba, buscaba…
Inútilmente. No había respuestas.
Pero él sabía que las había.
Debía haberlas. Tenía que haberlas…
Profesó en cuanta religión pudo.
Rezó en todos los dialectos que conocía.
Oró con la humildad de los desesperados de la tierra.
Inútilmente.
No sabía cómo convocar
(un acto tan sencillo para la mayoría)
el maldito milagro de la Fe...
Un día, ya casi viejo, conoció la Kundalini
(la ascensión al cielo hindú a través del orgasmo).
Pero fue efímera la iluminación,
y la angustia, la inutilidad regresó, fortalecida.
Permanentemente en estado de desesperación
recurrió al odio extremo, al crimen arbitrario,
al sadomasoquismo, al fanatismo abisal.
Inútilmente.
La Angustia del no ser (y del no saber)
le provocaba insomnios más largos
que sus vigilias en busca de la escurridiza Fe.
Hasta que una vez, ya al final de sus días,
sucedió algo.
Un hecho cotidiano, pueril casi.
Estaba en un parque,
rodeado de árboles y niños con sus padres.
De pronto, una pelota, una simple pelota de hule
le golpeó la espalda.
Se volvió con un rictus de amargura y disgusto en los labios…
Una niña, tímida y pequeña,
morena como el atardecer,
se acercaba a rescatar su juguete,
y le miraba con tanta dulzura,
su sonrisa ofrecía disculpas de modo tan natural,
que entonces el hombre comprendió:
supo que todos nacemos con nuestro dios adentro,
y luego lo vamos descolocando,
desheredando, deshilvanando, desconociendo,
y ya de adultos empezamos a buscarlo,
a llamarlo, a necesitarlo,
pero ya nuestro corazón está muerto
y no reconoce sus pequeños milagros…
Sintió un picor en los ojos. Y lloró.
Lloró…
Lloró…
Lloró…
POE
¿Cómo escapar, oh dioses,
de la abyección,
del rechinar de los relojes
y el crepitar de laberintos
que mi mente enmohece
en el vagar sin rumbo
hacia el sendero
que nos conduce al miedo?
¿Cómo escribir el cuento
en el cual
la adormilada sombra
de un cuervo pavoroso
no invoque
el graznido que reza
“nunca más”?
¿Cómo mezclar a la razón
el desvarío
sin perturbar la paz que yace,
apretujada,
en el arcón de los sueños del opio?
PRIMAVERAL
Llegaste, evanescente,
como una primavera,
en la eclosión inútil
de una noche de farra
que prometía rutinas
y filosofías tristes
que la luna propicia...
Pero estabas ahí,
juvenil, exultante,
arriesgada y voraz,
mariposa sedienta,
pretendiendo que el viento
es solo otra herramienta
que oculta
el pavor del primer vuelo.
MIEDOS
Estabas en la sombra (¿agazapada?)
sin presentir siquiera que me conocerías
(¡cómo podrías!)
y yo te di mi mano (¿no lo recuerdas ya?)
y la retuviste como si fuera yo
una especie de milagro presentido,
una deuda ancestral,
un místico desquite,
y en ese instante comprendiste
que el Azar tiene precio;
que es inmediato
y desprovisto de esperanza
como un tirano advenedizo
que apuesta a la inmortalidad
sin entender qué significa.
¿Recuerdas ese instante,
cuando el tiempo se congeló
para nosotros al mirarnos,
lo recuerdas?
!Y ahora tienes miedo de lo que sobrevenga¡
LA INESPERADA
Señora de mi angustia,
guardiana de mi celo,
por ti mi fe se mustia
y descreo de mi cielo.
Inesperada y milagrosa,
radiante y seductora,
eres como una diosa
letal que me devora.
¿Conoces, por ventura,
lo que mi alma ha sentido?
¿Los bebedizos, la locura
a que la he sometido...?
Algo de mí hay en ti;
de ti hay en mí un botón;
rosa te presentí;
también cadena y eslabón...
¡Y condena, y mortal yerro,
y milagroso premio...!
TIEMPO
Conjugo el verbo ser, estar y existir
(un único verbo)
en un solo tiempo...
El único y mismo tiempo posible: Amar.
El tiempo sólo tiene una posibilidad
(en tanto tiempo),
por esa razón tiene ese nombre.
El tiempo de los verbos
y el tiempo de las posibilidades
ya es otro tiempo.
MARIPOSA DE FUEGO
¡Busca la flor que vuela,
expósito de la muerte!
¡Encuentra el dardo
que se posa en los cielos!
Localiza la enigmática y voraz fénix
de piel adiamantada y fulgurado aliento,
aquella que alentó los pavorosos
mecanismos del odio
y soportó con furiosa impavidez
los espesos correajes del amor.
¿Te atreverás...?
ESTA NOCHE
Esta noche partirán los ebrios
se irán las brumas y las hadas
y los gnomos inútiles
Y también Nosotros
los de Entonces
los Alcahuetes de los Sueños
los Propiciadores del tétanos contra la estupidez
los que creemos en Fulcanelli
y en Hermes y en el Pez (como Entonces)
los que Sabemos que nada deviene porque Todo Es
Nosotros
los que no fuimos sembrados
los que vinimos
los condenados
los malditos
Los no-aplaudidores
(Los que apostamos a que cada mariposa
es un gusano que no triunfó)
Nosotros
los sembradores
Hoy nos iremos
Marcharemos cuando partan los Ebrios
los Poetas
los Resucitadores
aquellos que conocen
el Secreto Mayor de la Magia
(su Cotidianidad)
Nosotros
los inciertos
los inmoldeables lazarientos
nos iremos
Esta Noche
Tal vez.
BORGES
¡En la ceguera gris de las horas vencidas,
entre el quehacer doliente del desaliento mío
parecen madrugadas todas las despedidas
y parece un invierno lo que solo fue estío!
Así rezaba Borges, harto y gulliveriano.
Se miró los estigmas y maldijo el vacío.
Repobló sus esperas con distintos arcanos
y borró sus leyendas con renovados bríos.
Y al fin (cansado de inventariar las sombras)
se introdujo en la noche del negro laberinto
buscando al minotauro, sin sospechar que, extinto,
el monstruo (transformado en un canto de alondras)
le aguardaba en los tigres y en los dulces rugidos
que la América toda le brindó, entre sus nidos.
MILENA
Pobre niña, ¡Flor de Lis!
Flor de Lis, capullo exangüe,
pétalo trunco, crisálida pasmada,
nenúfar solitario, lirio azul,
tu pena me enternece.
Lluvia de estío, sol nocturnal,
tu pena me entristece.
Cupido jamás pasó a tu vera,
pobre niña,
tu pena me entristece.
Tu pasión por la vida se volvió nieve gris;
tu sonrisa pequeña siempre fue melancólica.
Pobre niña de mayo, tu dolor me estremece.
Ningún hombre te amó, por ninguno lloraste;
fue solo sal en ti lo que en otras fue llanto,
pobre niña de mayo.
Flor de lis trasnochada,
tu soledad me escuece,
se me clava en los ojos
como una espina de agua,
pobre niña inocente del dolor de vivir.
Dios te bendiga siempre
niña de la sonrisa leve,
flor de lis muda y sola,
recuerdo tu mirada
por ese brillo mustio
del dolor de vivir.
DESLUMBRAMIENTO
Anoche (ayer) yo tuve un sueño, ayer, ayer
(aunque perfectamente pudo ser otro día),
y en la inopia del sueño yo soñé que dormía
y que un rumor de remos desfloraba la noche.
Yo tuve un sueño largo,
y eran como fantasmas los sonámbulos barcos
que trajeron de Hispania al primer español
(al primer español).
Erizada de ojos (¡ojos vírgenes de ambición!)
los recibió la arena. Y el mar de aquí, y el sol.
Venían las naves de ellos erizadas de filos
para que nuestros indios les mostraran el ron.
Cuentan que nuestra gente se postró, se postró,
ofreciendo el tesoro de su manso candor,
pero no eran de espuma las armaduras suyas
ni consignas de paz lo que batía el tambor,
lo que batía el tambor.
Cuentan que mudo el cerro, mudo,
retembló de pesares cuando vio el brillo cegador
de la resplandeciente espada del hombre de latón
que guardaba, dormidas, sus canciones de amor,
sus canciones de amor.
Por la anchurosa senda de nuestros dulces ríos
la amargura del blanco tembló en el deshonor.
Ninguno, nadie,
nadie pudo presentir la tragedia:
Creció la flor del odio cuando el oro faltó,
cuando el oro faltó.
La sangre galopó las hambrientas llanuras
(porque en el primer viaje, cuando el hambre azotó,
¡cuando el hambre azotó!,
en el mástil del barco del que no era de Hispania
un tiro de arcabuz su nombre bautizó).
Y dicen que horadaron nuestra sagrada cumbre
con vellocinos negros y dragones de alumbre
y que serpientes nuevas cabalgaron el río,
cabalgaron el río,
ensalmando la noche con rigores de frío,
con rigores de frío.
Cuando los ojos glaucos contemplaron las indias
(¡las mujeres morenas de ojos como arrebol!)
presintieron que en ellas se acrisolaba un sol
(uno ajeno y distinto, y sin embargo albor
del mismo que dejaron en Castilla y León,
en Castilla y León).
Y fue la raza nueva como clarín del alba
que anunciaba esplendores que la vieja forjó...
¡Que la vieja forjó!
Yo anoche un sueño tuve
(un sueño tuve)
y soñé que soñaba que mi sueño era cierto:
yo abrazaba a la España con mis brazos de nube
(¡con mis brazos de nube!)
y España, al fin, me daba las almas de mis muertos...
(¡Las almas de mis muertos!)
NO REGALES TU LLANTO
Tu nombre sabe a tierra, hermano mío,
a pobreza, a lágrima escondida;
sabe a sudor, a hambre, a sed, a frío,
a explotación, a llanto, a fe perdida.
Tu nombre lo inventaron los tiranos
de todas las edades, de todos los países,
¡pensando en tu ignorancia, ellos se motivaron;
de ellos son las heridas, tuyas las cicatrices!
Tu nombre, al pronunciarlo, sabe a hierba,
a cansancio, a trabajo fecundo.
¡Hermano, amigo mío, en ti se encierra
la dignidad del pobre, la esperanza del mundo!
Me duele el conformismo, campesino…
¡Tienes el alma grande, pero el sueño pequeño!
Campesino, tu arado es el camino
que sigue el poderoso para hacerse tu dueño.
Campesino: tu nombre huele a savia;
significa riqueza para el explotador…
Patriota campesino: tu humildad me da rabia,
tu silencio, tristeza; tu explotación, dolor.
Hombre del campo que en el campo mueres,
levanta la cabeza y grita: ¡Libertad!
¡Hazlo por tus retoños, hazlo por tus mujeres;
deja un ejemplo firme de feroz humildad!
Campesino: ¡Yo te ofrezco mi canto!
Su frase más sencilla clama: ¡Revolución!
¡Hazte rebelde, Hermano, no regales tu llanto:
dale el latido a Dios, pero no el Corazón!
ANTE EL FUTURO
No entiendes mi mirada crisol de mil promesas
interrogación viva de la interrogación
No sabes que te miro y que al hacerlo
quisiera adivinar cómo serás
Qué profesión tendrás
Es posible que pintes el aire de colores fantásticos
o que alumbres la tierra con soldados luciérnagas
o que seas el modisto de la Señora Luna
o un cortesano idiota de hipócrita mirada
O el cantor incansable de navidades tristes
o quizás el bufón de un rey inexistente
o príncipe cobarde de un reino de mentiras
o escultor ignorado de castillos de niebla
O demagogo pobre de una verdad sin firma
o naufrago inocente de un buque hecho de viento
o acomplejado sabio ignorante y mezquino
o jinete de lluvia de un potro hecho de azúcar
O drogadicto falso de un viaje sin sentido
o Mesías de una idea que nadie creerá
o conductor sirviente de un ministro sin honra
o hacendado implacable de la tierra de nadie.
Qué serás en la vida
Quizás un cruel Don Juan
sembrador de amorosos conjuros
o un poeta laureado con medallas ajenas
o arquitecto de sueños con bases de algodón
O loco profesor inventor de un bolígrafo
o arbitro de un partido donde gana la muerte
o inspirado pintor de cuadros pesimistas
o gerente sin sueldo de una mafia secreta
O actor de una comedia sin principio ni fin
o albañil de una casa para que habite un hada
o esbirro de un tirano que morirá de viejo
o sacerdote incrédulo de un dios desconocido
O filósofo triste de ideas materialistas
o barrendero ciego de una ciudad sin calles
o mendigo andrajoso que implorará sonrisas
o mago dependiente de un bazar de esperanzas
O discípulo abyecto de la escuela de Judas
o humilde campesino que cosechará lágrimas,
o, en fin, un hombre…
¡como cualquiera de éstos!
SONETO ÍGNEO
¿Te acuerdas de esa tarde? Roja era.
Bermejo el vino y grana el firmamento,
y las garzas, y el mar..., ¡incluso el viento!
Todo era carmesí. Tú y yo, de cera.
Púrpura en las pupilas. Hacía calor.
Bermellón el vapor, escarlata la pena…
¡Qué profusión de rojos, María Elena,
en el postrer matiz de nuestro amor!
Fue como fulgor de auroras
la edad del esplendor, la sinrazón.
Y resignamos aquellas locas horas…
¡Ay, María Elena, cómo se pierde
la madurez del rojo en su sazón
cuando uno es joven, y está verde!
RESURRECCIÓN
Para ti va este canto,
hijo vuelto a nacer;
Lázaro pequeñito,
milagro repetido;
testimonio viviente
de mil remordimientos,
rumor transparentado
de gemidos marítimos,
insondable presencia
de estériles adioses,
catarata infinita
de llanto inderramado,
caminante infecundo,
¡tu mirada es de adiós!
Náufrago duplicado,
no pudieron dejarte:
¡renaciste mil veces
con cada anochecer!
Súplica inquebrantable,
turbulento testigo,
entraña acusadora,
carne acupunturada,
¡quien te parió dos veces
te negó su cordón!…
Pero sigues viviendo
con la cruz en los labios.
Buhonero perdido...,
¡tu mirada es de adiós!
Verdugo incorruptible,
se te acabó el ayer,
pero queda tu miedo
de no morir después…
Caronte desdichado,
surco jamás fecundo
y eternamente múltiple,
siempre resucitado,
acertijo perenne,
sepulturero errante,
Prometeo liberado,
interpelación muda,
agonizante eterno,
¡tu mirada es de adiós!
Tu mirada es de adiós,
inconfundible paria,
hijo que no lo fuiste
para quien no lo fue;
para ti va este canto,
Corifeo solitario,
citolegia nostálgica,
errabundo tritón,
para ti, por tu angustia,
tu dolor infinito,
tu amargura insurrecta,
tu secreto desdén…
Bautista ensangrentado,
¡yo seré tu perdón...!
VISIÓN
¡Cuánta ternura en ti, florecita pequeña,
lucerito en capullo, gacelita inocente;
voy a darte el castillo que Blanca Nieves sueña
y la Rosa del Viento para adornar tu frente!
Pósate en mi hombro rudo, dulcísimo jilguero;
emprendamos los dos la más locuela danza,
¡y te contaré el cuento de un loco marinero
que se perdió buscando la Flor de la Esperanza!
EL RUEGO DE JUAN EL BAUTISTA
Mi corazón en el desierto endureciste
y mi alma transformaste en dura roca;
no quiero ser sino como me hiciste:
exento de injusticias, desnudo de derrotas.
Tú me formaste con tu sagrado aliento,
Tú proteges mi razón si delira;
yo sigo tus dictados; en tu nombre yo enfrento
el cáliz de la angustia suprema de la ira.
Enviado tuyo soy, hijo de tu justicia
que a todos llega y que todo lo alcanza…
¡No dejes que desmaye! ¡Castiga mi avaricia
si mezquino no sigo tu divina templanza!
No me duele vivir ni me da miedo
la lucha fiera por la sola existencia,
pero te pido, Padre, si atreverme puedo,
que no me hagas sufrir del Amor la experiencia.
¡No permitas, Yahvé, que el Amor me detenga!
¡Ayúdame en la hora final de la demanda!
¡Que no flaquee, Señor, cuando Salomé venga!
¡Hazme cruel y perverso, como tu Ley lo manda!
CANTEMOS, POETA
(¡Yo he de arrancar de ti tu canto más alegre!)
¡Vamos a cantar, poeta...!
Acompáñame tú, la de la tristeza infinita.
Ven conmigo... ¡Qué importa el rumbo!
Ancho es el mundo, como nuestro dolor.
Yo no sé si tu paso es mi paso,
si tu verso es mi verso,
si tu canto es mi canto,
pero eso es lo de menos;
ven, para que hagamos juntos
el canto que le falta a la tierra.
Ven a mi lado, poeta amiga,
o yo iré al tuyo, es igual;
lo que más cansa de un camino
no es su aridez, sino su soledad.
Ven, que tu canto necesita
de mi sangre para ser más alegre.
Ven, que necesito de tu doble
condición de mujer y de poeta
para componer mi verso más sincero.
Yo tengo luz para el camino.
Tú tienes paz para el descanso.
Ven. Mi luz será tu paz.
Tu paz será mi luz.
Ven.
NOSTALGIAS
Te recuerdo lloviendo, como un sueño desnudo;
como una garza blanca sobre el mar acostada…
Te recuerdo en la lluvia, como un ruiseñor mudo
que se duerme trinando la canción olvidada.
Te recuerdo en el lecho, como una rosa en celo
que temiera, de pronto, marchitarse en invierno…
Te recuerdo miedosa y acostada en el suelo
como un pájaro herido, doloroso y enfermo…
Te recuerdo en la brisa que viene de las olas
y musita en mi oído un susurro lejano…
Te recuerdo en la ducha, discretamente sola,
como un ciego que teme que le suelten la mano.
Te recuerdo dormida sobre el mar de mis ansias
como frágil violeta sobre el lecho del río…
Te recuerdo como eras: con la suave constancia
del mendigo que espera pacientemente el frío.
Te recuerdo en los besos que aún arden en mi boca.
Te recuerdo en la noche, cálida y quejumbrosa…
Te recuerdo en la alcoba, tímidamente loca,
silenciosa y distante, como una mariposa.
LLANTO NEGRO
Barlovento, sol negro…
Barlovento,
llanto negro mi tierra es…
Barlovento,
azul celeste, verde esperanza,
negro profundo…
Barlovento,
Lágrima blanca de la cotúa,
risa sensual del chigüichigüi…
Barlovento,
noche negra, color de danza,
morena estatua mi tierra es…
Barlovento…
Manos callosas, oscuro vientre,
tambor pagano mi tierra es…
FANTASÍA DEL TERROR
Afilada, la lluvia, cual celeste cuchillo
cortaba apenas la luz del nebuloso poste
y al borde del lindero del terrífico bosque
la mujer que paseaba vio volar un autillo.
Luego escuchó un aullido semejante a un lamento…
¡Despavorida, huyó sintiendo acrecentar su miedo,
mas trompicó y cayó, con un gemido quedo!…
¡El monstruo cabrioló y ella sintió su aliento
fétido, hambrón, y giró la cabeza alucinada
con el pánico entero y el terror desatado!
¡Relumbraron los dientes del ente alobadado
y se enchumbó la charca, de sangre salpicada!
Despertó en su sofá la psiquiatra durmiente
y al revivir, hartada, la fantasía culpable,
maldijo por lo bajo y se asomó a la calle…
Un impulso de llanto le estremeció la frente.
La doctora lloró. Su corazón estaba herido.
¿Aquella recurrencia de bestias que te enfrentan
no expresarían su miedo de cumplir los cuarenta
sin hijos, sin amigos, sin amante o marido...?
Se fue la secretaria. Se quedó pensativa
y el sopor nuevamente se adueñó de sus ojos…
Y otra vez (como un eco de oníricos despojos)
concurrió el Hombre-Lobo con su sed primitiva.
Pero ahora fue fuerte y se enfrentó al engendro:
–¡Espera! –dijo, entre frustrada y excitada–:
No quiero que me muerdas. ¡No soy una empanada!
¡Hazme el amor, engendro, o lárgate al infierno!
Se espabiló del todo la mujer: “¡Raro atavismo
de los sueños absurdos!”, pensó, no sin recelo.
La Luna Llena, esplendorosa, caminaba en el cielo
y ella sintió que su alma florecía en un abismo.
“¡Qué hermosa está, qué tentadora!”, murmuró,
y desde el bajo vientre le subió un hormigueo
que estremeció sus senos y sacudió sus dedos.
Sintió un vértigo: “Eso es hambre”, pensó.
Se miró en el espejo con expresión huraña
¡y profirió un aullido de fiera acorralada
cuando tembló en su carne la febril estocada
de sus órganos todos desollando su entraña!
¡Sus huesos se alargaban con feroz frenesí
y le crecía en los poros grueso pelo de bestia!
¡Sus dientes se afilaron y las manos, la testa,
y la boca babeaba espuma carmesí!
¡Rogó con la fe ciega de su crianza cristiana
que, como antes, ésta fuese otra licantropía
fruto de su imaginación, un sueño-fantasía!
Cerró los ojos. La Luna se reía en la ventana.
ESPECÍFICAMENTE
(A Marisela, para pagar una deuda)
Yo no se desde cuándo
te debía este bolero,
pero te lo debía.
Un Bolero,
específicamente.
Porque un Bolero es
la manera mejor
de suplicar absolución,
de merecer perdón.
Un Bolero es bis de una defensa,
una disculpa en Mí menor.
Específicamente un Bolero,
porque no admite despedidas...
porque un Bolero es
la no-resignación,
la desnudez total.
Un Bolero es como un pájaro herido
que adora a su heridor.
¡Tú eres como un Bolero!:
Buscas quien necesite otra mejilla
para poner la tuya;
te la pasas persiguiendo los vientos
y buscando estrellas en los lagos vacíos.
Tú... eres más humilde que un beso
y eres, específicamente,
más tierna que un Bolero.
NIÑO-VIEJO
Hijo de un gitano y de una cristiana,
el niño tiene miedo de algo.
No sabe de qué.
Su madre le ha dicho que la muerte es mala;
que es una espantosa calavera fría
que tiene por ojos dos horribles cuencas
y carga en la negra y asquerosa mano
la horrible guadaña
con que a los humanos la vida arrebata
y a los niños malos con ella se lleva.
El niño tiene miedo de algo.
Ya sabe de qué.
Su padre le dice que la muerte es bella;
que es una preciosa y amable gitana
que tiene por ojos dos vivas estrellas
y lleva en la blanca y cariñosa mano
la alegre guadaña
conque a los humanos la pena arrebata
y cuando él lo quiera marchará con ella.
El niño tiene miedo de algo.
Ya sabe de qué.
Ha crecido el niño
varonil y hermoso, gentil y moreno.
Disfruta riquezas, pues su anciano padre
le ha enseñado trucos y juegos ligeros
para que consiga fácil el dinero.
Amigos le sobran pues su tierna madre
le ha enseñado que basta tan sólo
la fácil palabra y la franca sonrisa
para que del mundo todo se consiga,
y mozas distintas de aquella región
adoran al joven ardiente y sereno
y él a todas jura, les da el corazón
y brioso se entrega al amor sin freno,
y piensa que su buena madre tenía la razón,
y cree que la muerte es un ruin veneno,
y siente que es fría, tenebrosa y fea...
Y no la desea… Y no la desea.
Ha pasado el tiempo.
El que fuera niño es ahora anciano
y está en la miseria,
enfermo de desilusiones y remordimientos.
Las riquezas se esfumaron tal como vinieron;
las desilusiones son por los amigos,
que nunca existieron;
los remordimientos…
(¡ah, si su mano ansiosa
no hubiese enterrado el celoso puñal
en el seno infiel de aquella muchacha
de claros cabellos!)
Amargo y cansado, el que fuera niño
no tiene ambiciones, ni fe, ni esperanza.
Sabe que su padre tenía la razón
y canta a la muerte en sus alabanzas
y la ve gitana, bondadosa y bella,
y como a llamarla su saber no alcanza
aguarda, paciente,
a que se lo lleve a yacer con ella…
a yacer con ella…
a yacer con ella...
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